TANA TORAJA, LA CULTURA DE LA MUERTE
Tana Toraja –La tierra de los Toraja- es el territorio de una de las etnias más siniestras e interesantes del sudeste asiático. Los toraja habitan las tierras montañosas de la isla de Sulawesi, al noreste de Borneo. Es una cultura que vive por y para el momento de su muerte y conserva macabras tradiciones bajo nuestros ojos occidentales. Es un viaje al inframundo para conocer una sociedad primitiva que conserva sus ancestrales costumbres pese a la globalización. En este artículo os voy a contar más sobre el funeral toraja y otras costumbres de esta curiosa etnia.
RELIGIÓN DE LOS TORAJA
La mayoría de sus miembros son cristianos (87%) y musulmanes (10%) hay todavía un pequeño porcentaje de animistas. Estos mantienen que todos los seres vivos tienen alma y consciencia, incluyendo ríos, montañas, animales y plantas. La mayoría practican un sincretismo entre las religiones cristiana o musulmana, manteniendo sus tradiciones paganas. Los últimos años los pastores evangelizadores han intentado inútilmente erradicar dichas prácticas. Sin embargo, debido a su fuerte arraigo, el esfuerzo ha sido baldío y han claudicado ante la mayor fuerza de las tradiciones.
FUNERAL TORAJA, EL «TOMATE
La sociedad toraja gira en torno a la muerte y condiciona todas sus vidas. El funeral – “tomate” en lengua toraja- es el momento más importante de sus vidas y requiere de un gran esfuerzo económico. Al funeral acuden familiares y amigos de toda la isla e incluso algunos de la diáspora en el extranjero. Todos quieren despedir y honrar al difunto de la mejor de las maneras. Para ello la familia debe realizar un gran desembolso económico, gastando en ocasiones cientos de miles de euros.
Esa es una de las razones por las que las familias tienen un gran número de vástagos. El objetivo es tener todos los hijos que puedan para poder ahorrar el dinero para realizar un funeral digno a sus padres. Así mismo, se preocupan para que los hijos tengan una buena educación para poder acceder a empleos mejor remunerados. Es una mentalidad un tanto macabra pero realmente práctica. Como la sociedad toraja es eminentemente rural, muchos de ellos emigran a otros países y regresan para los funerales.
Momificación y convivencia con el difunto
Los toraja creen que una persona no ha muerto realmente hasta que se realiza el funeral. Por eso el traslado del cuerpo se realiza en una ambulancia y no en un coche fúnebre. El séquito lo completan motos pitando para avisar a sus vecinos de que esa persona está “enferma”. A partir de ese momento se inicia un largo ritual funerario que culmina con el tomate. Cuando una persona fallece se somete al cuerpo a un proceso de momificación. Antes que nada se le extraen las vísceras y embalsaman el cuerpo. Antiguamente los servicios funerarios utilizaban remedios tradicionales; en la actualidad, se le inyectan unos 6 litros de formol.
Posteriormente el cuerpo es trasladado a casa de la familia. Allí convivirán con el fiambre hasta que puedan reunir el dinero para el funeral y, de paso, dar tiempo a los familiares que viven más lejos para que puedan acudir a la ceremonia. Mientras viven con el difunto, hablan con el, lo maquilla y lo peinan como otro miembro vivo de la familia. Para ellos simplemente está enfermo. Continúan con una vida normal, lo sientan a comer en la mesa e incluso algunos llegan a dormir con ellos. Pueden pasar semanas e incluso meses con el difunto en casa.
Ofrendas del muerto
En el funeral los toraja realizan las pertinentes ceremonias religiosas – protestante o musulmana – acompañados de sus ritos ancestrales. Ellos consideran los sacrificios animales un vehículo indispensable para acceder al cielo. Acompañan al difunto en su viaje al más allá. Por eso, antes de realizar la ceremonia funeraria compran animales para sacrificarlos. Los más habituales son cerdos y búfalos. En un funeral pueden sacrificar, gallos de pelea, cientos de cerdos y decenas de búfalos. Un cerdo puedo costar unos 300€ y un búfalo normal unos 3500€. Sin embargo por una cuestión de superstición los búfalos de dos colores están más demandados y pueden llegar a costar 17000€.
Es una cuestión de respeto y prestigio dentro de la comunidad. Los búfalos son además de una herramienta de trabajo, el símbolo de la riqueza del clan. Como muestra de poder, los miembros más importantes de la comunidad decoran la entrada de sus casas con la cornamenta de búfalos. A más cornamentas, más relevante serán sus moradores.Debido al alto coste de las exequias, en ocasiones la familia del difunto no tiene dinero suficiente para comprar un par de búfalos. En tales casos, los vecinos reúnen el dinero necesario para despedirlo de manera honorable. Es prácticamente impensable que alguien tenga un funeral sin sacrificio de búfalos, ya que condicionaría su camino hacia la otra vida.
Funeral made in “La matanza de Texas”
Poco ha cambiado en los funerales desde el primero que se documentó con cámaras en 1972. Se celebran durante la época estival, tras la cosecha de arroz, cuando las familias tienen más dinero para sufragar los gastos. Representa el momento culmen de todo el largo proceso funerario. Pero no penséis que se limita a un solo día. Un funeral de una familia de clase media suele durar 3 días. En el caso de un clan pudiente la ceremonia puede alargarse hasta 2 semanas. Si el fallecido es una persona mayor no suele ser un momento muy doloroso ni mucho menos. Es un momento de alegría por el paso a una vida mejor. Lo aceptan como algo normal y celebran el funeral con cánticos y danzas. Si por el contrario el fallecido es una persona joven, el funeral puede resultar algo mucho más íntimo y triste.
Todos los familiares y amigos portan sus mejores vestimentas para el funeral -el tomate-. Muchos de ellos llevan trajes tradicionales de su etnia, ataviados con abalorios y, a veces, joyas. Como señal de respeto hacia el muerto deben vestir colores oscuros. El primer día sitúan el cuerpo del difunto sobre una torre o un pedestal, en un lugar privilegiado de la aldea. Así los invitados y familiares pueden verlo y rendirle homenaje. A partir de ese momento se estima que el familiar ha fallecido finalmente.
Posteriormente empieza la escabechina de animales. En un funeral normal se suelen matar unos 3-4 búfalos, pero la carnicería puede ser mucho mayor. En algunos funerales de familias acaudaladas se pueden llegar a sacrificar más de 50 búfalos y 100 cerdos. No es un momento para estómagos delicados. Los cochinos son sacrificados rápidamente y de manera certera, de tal manera que la agonía es muy corta. En el caso de los búfalos la escena es más macabra. Lo sitúan en el centro de la ceremonia para que todos los invitados lo puedan ver y lo atan a una estaca clavada en el suelo. El matarife se acerca y de un machetazo le corta la yugular, haciendo que el animal se desangre.
Generalmente tienen bastante pericia y muere rápidamente pero en algún caso he visto alargarse e incluso escaparse por el recinto. Por lo tanto, si vais y no queréis presenciar esto, os aconsejo quedaros charlando con los invitados y no tener que ver la sangrienta escena.
En cuestión de minutos despiezan los animales y una parte de la carne de los animales se aprovecha para preparar el banquete. La otra parte se reparte entre los invitados para que se la puedan llevar a sus casas. En todo funeral debe haber el plato más típico de Sulawesi, el pa´piong. Se trata de carne de pollo o cerdo con verduras que se introduce dentro de cañas de bambú y se cocina al fuego durante más de media hora.
Obviamente no cobran entrada por asistir a la ceremonia pero es recomendable llevar obsequios a la familia. Al fin y al cabo, ellos esperan que todo invitado muestre respeto hacia el fallecido. Se puede llevar café, tabaco, algún pollo o simplemente dinero y vestir con ropas oscuras. Puede que veáis algún otro turista presenciando el funeral, pero no es algo masificado afortunadamente. De hecho, he estado en uno en el que era el único occidental. La familia del difunto no se siente en absoluto incomodada por la presencia de extranjeros. Al contrario, están encantados y tratan de que se sientan cómodos en todo momento. Probablemente os inviten a comer con ellos. Si es así, no desperdicies la ocasión de interaccionar con ellos.
Enterramiento del fallecido
Tras la ceremonia del tomate, el cuerpo se traslada hasta la roca donde será finalmente enterrado. En la mayoría de los casos la momia se introduce en una réplica de un tongkonan que hace las veces de vehículo funerario. Es una manera simbólica de representar el paso al otro mundo. Los nichos están excavados directamente en la roca, donde agrupan a todos los miembros del clan. Algunas tumbas tienen cientos de años y se conservan de manera celosa en las montañas.
Los torajas creen que el difunto puede viajar al otro mundo con posesiones. Por eso, antiguamente las familias enterraban joyas y otros objetos de valor junto con la momia. Para evitar los saqueos ubicaban las tumbas en rocas altas, en lugares de difícil acceso para los ladrones. Sin embargo, algunos desaprensivos saquearon las tumbas para robar las posesiones de los difuntos. Para evitar estos saqueos los enterramientos actuales suelen hacerlos en lugares aún más inaccesibles y protegidos por barrotes. Además, por si acaso, ya no suelen albergar objetos de tanto valor como antaño.
Anteriormente a los enterramientos en la roca, el ataúd se transportaba a una cueva donde dejaba directamente colgando de las paredes. Este tipo de enterramientos más primitivo tiene más de 300 años aunque fueron descubiertos en el siglo XIX. Todavía se puede observar en sitios como Londa y Tampangallo, este último menos cuidado pero con menos turistas. Allí se acumulan algunos ataúdes entre decenas de calaveras y restos de ofrendas a los difuntos, como los famosos tau-tau.
Tau-tau, las representaciones del difunto
Los tau-tau son figuras generalmente de madera, que están hechas para recordar la imagen del difunto. La palabra tau-tau significa literalmente “hombre” y hace referencia al parecido con los humanos. Estas se colocan en el exterior de las tumbas como elemento decorativo y ofrenda. Así pues, podemos saber el número de momias que hay en cada nicho por la cantidad de tau-taus que hay en el exterior. Estas figuras han sido también objeto de deseo de saqueadores desaprensivos. En la mayoría de los casos se trataban de occidentales que atribuían poderes especiales a estos amuletos funerarios. Ni que decir queda que es una falta de respeto muy grave para la familia y duramente condenada. Si sois fetichistas podéis agenciaros una de las réplicas que venden en las tiendas de souvenirs de algunos poblados. También venden en algunas de los puestos de artesanía de Rantepao.
Algunos lugares de enterramiento como Lemo,se han convertido en centros turísticos y cobran entrada para acceder. Por un lado el gobierno indonesio declaró estos enterramientos y algunas aldeas bienes de interés cultural, impidiéndoles reformar o modificar su aspecto. En principio algunos poblados se opusieron a esta medida, que consideraban una intromisión a la intimidad. De hecho, en poblados como Kete Kesu llegaron a prohibir la entrada a los turistas. Posteriormente, viendo el beneficio económico, accedieron a preservar el aspecto original de los poblados. Así pues, Kete Kesu es un poblado museo donde cobran entrada pero siguen viviendo sus originales pobladores. También poseen una antigua cueva donde antes enterraban a sus antepasados. En la actualidad es apenas un montón de huesos. También tienen otros nichos en la ladera de la montaña y una especie de mausoleos con tau-tau de casi un metro de alto.
Las tumbas-árbol, románticos enterramientos infantiles
Otra costumbre funeraria un tanto extraña es la de los enterramientos de los niños que todavía no tenían dientes. Los toraja creían que, al no poder andar, no podrían acceder al cielo. En estos casos la familia procedía a enterrar al bebé en el tronco de un árbol y taparlo con hojas de palma. La momia era dispuesta en posición fetal y en dirección opuesta al tongkonan familiar para que no volviera a su casa. Al cabo de unos años la tumba era abrazada por el tronco del árbol y completamente absorbida. De esa manera lograban que el bebé pudiera crecer junto con el árbol y alcanzar el cielo. Es una forma muy romántica de aceptar la dolorosa muerte de un bebé.
En los funerales de los lactantes también se sacrificaban animales, pero no búfalos. Generalmente, pollos, gallos o un par de cerdos. Antiguamente en la sociedad Toraja también existía el esclavismo y ellos también tenían similares rituales. Sin embargo, como no podían permitirse realizar sacrificios de animales, ponían un humilde huevo como ofrenda. Como siempre, las familias adineradas tenían más fácil acceder el cielo y hacían una pequeña trampa con sus hijos. Les ponían una especie de dientes postizos y sacrificaban un búfalo para simular que eran adultos. De esa manera serían aceptados en el cielo sin necesidad de ser enterrados en el árbol.
Esta curiosa práctica se remonta también cientos de años, las más antiguas que se conocen tienen alrededor de 300 años. Los últimos enterramientos de este tipo se realizaron hace unos 15 años. Si queréis visitar uno de los últimos árboles podéis acercaros a la pequeña aldea de Kambira, a media hora de Rantepao.
Ritual Ma´nene, desentarramiento de momias
Es una de las costumbres más tétrica e impactantes de todas las que tienen los toraja. Cada cierto tiempo extraen las momias de sus familiares fallecidos para honrarlos y recordarlos. Con ese fin, les acicalan, maquillan, cambian de ropa y les cuelgan abalorios. Es asombrosa la naturalidad con la que realizan este ritual, que celebran con alegría y rememoran los mejores recuerdos de sus allegados. Para un occidental puede resultar espeluznante o grotesco, ya que les llegan a poner incluso cigarros en la boca para recordarles como solían aparecer en vida. Generalmente es un evento que realizan cada 3 años pero en algunas zonas como Panagala lo celebran anualmente.
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